CONCEJAL PACHECO GESTIONÓ SILLA DE RUEDAS PARA EL CEMENTERIO DE BULNES.
El concejal Max Pacheco Palma, Presidente de la Comisión cementerio del concejo municipal de Bulnes, realizó gestiones ante el Rotary Club de Bulnes y consiguió que esta institución facilitara en comodato una silla de ruedas para la Administración del cementerio municipal.
Esta silla de ruedas viene a solucionar el problema presentado por algunos vecinos que concurren al cementerio y sufren alguna discapacidad o simplemente su salud no les permite desplazarse a pie.
Desde la tarde de ayer, el cementerio cuenta con esta silla de ruedas y está a disposición de cualquier vecino que concurra al cementerio y necesite usarla. Para ello debe solicitarla en la administración.
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UN MURAL PARA BULNES PINTAN JÓVENES DEL PARTIDO COMUNISTA DE BULNES
Se encuentra en pleno desarrollo el Mural Para el Pueblo de Bulnes, iniciativa de las Juventudes Comunistas de Chile Bulnes, con el apoyo del Partido, en calle Manuel Montt esquina V. Bianchi.
En la extensa muralla ubicada en esa esquina, a pleno sol, jóvenes del partido comunista de Bulnes, se turnan para dar vida al mural que pretenden entregar a la ciudad, como un aporte de cultura y civismo político.
Brocha en mano y buscando pintura entre colaboradores, pintan lo que llaman un Mural para el Pueblo de Bulnes y que pronto veremos concluido.
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CONCEJAL TRONCOSO PASA FIN DE SEMANA LARGO JUNTO A SU FAMILIA EN BULNES
Autorizado por los médicos que lo atienden en el hospital de Chillán, llegó a pasar este fin de semana largo junto a su familia en Bulnes, el concejal Oscar Troncoso.
Quienes han tenido la oportunidad de conversar con él, dicen que se encuentra mucho más repuesto y que se desplaza en silla de ruedas, siendo el sólo hecho de poder sostenerse sentado sobre ella, un gran avance en su recuperación.
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EN CERRO NEGRO SE REALIZÓ LA SEGUNDA VERSIÓN DE LA NOCHE DEL FOLCLOR
De exitosa fue calificada por sus organizadores, la Segunda Versión de La Noche del Folclor, evento realizado por los Profesores y el Centro General de Padres y Apoderados de la Escuela El Casino de la localidad de Cerro Negro.
Conjuntos Folclóricos como: Raíces de Mi Tierra de Quillón, Los Viñadores de Cerro Negro, Voces de Antaño de Bulnes, Canbagría del Hospital de Bulnes, el Conjunto Musical Copelec y los Canarios de Cabrero, dieron el merecido sabor a una noche llena de música y alegría, culminando con un gran bailable.
En el inicio del Show, fueron los propios alumnos del establecimiento quienes comenzaron a calentar el ambiente, presentando coreografías y muestras de bailes de todo el territorio nacional. Luego, el Director de la escuela, Don Jaime Navarrete, dio la bienvenida a los presentes, entre ellos, a los concejales, Raúl Fuentealba, Carlos Iturra, Marcelo Bustos y Gabriel Navarrete, a quienes además, les correspondió la entrega de premios y reconocimientos a cada uno de los participantes.(G.Escares).-
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El de ayer fue un día dedicado al arreglo y limpieza de las tumbas por parte de los deudos que concurrieron al cementerio municipal.
Mucha afluencia de público marcó la jornada y ya en el interior era posible ver como se limpiaban las lápidas y llenaban de frescas flores los floreros.
En las afueras ya instalados muchos puestos, entre ellos uno que expende jugos naturales a $ 500 el vaso grande, toda una novedad y que vino a reemplazar al otrora ya olvidado puesto del comité de navidad que expendía cervezas.
También Carabineros estaba presente mediante una pareja de funcionarios en el ingreso y a lo lejos frente al ingreso al Nogal, un radiopatrullas controlaba a los automovilistas.
BIENAVENTURADOS LOS LIMPIOS DE CORAZÓN (Mt.5,8) – VII PARTE
Esta bienaventuranza proclama la limpieza o pureza de corazón en su sentido más amplio y total. La referencia al “corazón” es en el lenguaje bíblico un modo de referirse a la raíz o sede de la inteligencia y de la voluntad, a la más profunda intimidad de la persona, y la “limpieza de corazón” es una expresión sinónima de sinceridad, de rectitud, de amor consecuente hacia la verdad.
La recompensa de esta bienaventuranza es la de “ver a Dios”, lo que bíblicamente significa ser objeto de la bondad de Dios, hacer la experiencia de su misericordia (Sal.16,1 ; Sal. 67,2).
El episodio de la aparición de los ángeles a los pastores, en las cercanías de Belén, nos ayudan a entender estas ideas. Un ángel les anunció una gran alegría: el nacimiento del salvador, del Cristo (= Ungido) Señor, a quien verían recostado en un pesebre (Lc.2,10-12). Los destinatarios de este mensaje angélico fueron unos hombres sencillos, dispuestos a acoger la revelación que les traían los ángeles, y que se pusieron en camino sin demora para ver al niño. Eran personas sin doblez, sin malicia, sin cálculos. Dios se complació en ellos, como se complace en todos los que tienen una actitud semejante a la suya.
Y su recompensa fue ver al “Ungido” del Señor, al Salvador. Su alegría fue grande y sencilla: narraron con simplicidad lo que habían visto y oído, y volvieron a su quehacer modesto glorificando y alabando a Dios, en profunda paz. En el caso de los pastores, la “limpieza” de corazón aparece como fruto de una vida simple, modesta, ajena a las grandezas aparentes de este mundo, sumida en el silencio y atenta a la responsabilidad cotidiana del cuidado del rebaño. Vieron a Dios y gozaron de paz. Y se fueron alegres.
Tratando de expresar el significado amplio y profundo de “limpieza”, podríamos decir que ella implica una actitud radical de transparencia, una capacidad de acoger la palabra de Dios sin adulterarla ni torcerla en beneficio propio, un despojamiento de intenciones egoístas, una libertad interior que hace a la persona ajena a toda esclavitud del espíritu. Es lo contrario de la “suciedad”, de la falsificación, de lo tenebroso u obscuro, de lo engañoso o manchado.
El Evangelio relata episodios en que es patente la falta de pureza de corazón de los mismos apóstoles del Señor. Recordemos algunos: la ocasión en que discutían entre sí acerca de cuál de ellos era el más importante (Mc.9,33-35), cuando Pedro renegó de Jesús por temor (Mt.26,69-74), o cuando Judas vendió a su Maestro, movido por la avaricia (Mt.26,14-16).
Uno de los pecados que mancha la vida de las personas son las concupiscencias. Algunos entienden mal esta palabra, solo la identifican con la sexualidad. Otros la rechazan por un equivocado optimismo, piensan que todo lo que hay en el ser de las personas es bueno. El pecado original hizo estragos en el hombre, aunque el Bautismo y la Gracia nos liberan de él, sin embargo no borran todas sus huellas, todas sus consecuencias negativas en el orden de la salvación. Una de las consecuencias es precisamente la concupiscencia.
Puede decirse que básicamente es una rebeldía, un desorden, un desajuste, en la medida en que la sensibilidad de la persona, en sus variados aspectos, se comporta como autónoma con respecto a lo que la inteligencia y la fe perciben como incoherente con la ley de Dios.
Esta autonomía se manifiesta de tres maneras: a) se manifiesta en forma de un vehemente atractivo que impulsa la sensibilidad hacia un objeto que le agrada o lo atrae; la sensibilidad “presiona o condiciona” en cierto modo la libertad; b) esta autonomía consiste en que la sensibilidad continúa persistentemente atraída por el objeto, aun cuando la inteligencia iluminada por la fe y la voluntad sostenida por la gracia, haya rechazado dicho objeto; c) otra forma de expresión se produce, aun en un acto bueno y moral, cuando la apetencia de la sensibilidad crea un apego o adhesión que va más allá de la justa medida de un querer virtuoso, sereno y ordenado según la voluntad de Dios.
De ahí que, aunque el pecado sea lo único que real y propiamente “mancha” a la persona, no podemos desentendernos de aquello que, sin ser propiamente pecado, puede sin embargo causarlo o servirle de aliciente. Recordemos que son varios los campos en que se hace presente la concupiscencia, además del impulso sexual o genital, está el desordenado apetito del dinero, los bienes materiales, la pasión del poseer o el afán de poder, el desmedido aprecio de sí mismo (sobre valorarse cayendo en la vanidad), empleando cualquier medio para conseguir alcanzar estas intenciones.
La persona pura de corazón es la que refleja en si la belleza de Dios sin que ninguna miseria propia, ninguna mancha ni arruga (Cfr. Ef.5,27), falseen el esplendor de la forma divina.
Sólo Dios sabe dar la pureza del corazón, hay que pedírsela. Sólo Él puede restaurar lo que el pecado a destruido: creemos que él puede cambiar el corazón (cfr. Ez.11,19 ; Mt.3,9).
Luis Aguilera Soto
La recompensa de esta bienaventuranza es la de “ver a Dios”, lo que bíblicamente significa ser objeto de la bondad de Dios, hacer la experiencia de su misericordia (Sal.16,1 ; Sal. 67,2).
El episodio de la aparición de los ángeles a los pastores, en las cercanías de Belén, nos ayudan a entender estas ideas. Un ángel les anunció una gran alegría: el nacimiento del salvador, del Cristo (= Ungido) Señor, a quien verían recostado en un pesebre (Lc.2,10-12). Los destinatarios de este mensaje angélico fueron unos hombres sencillos, dispuestos a acoger la revelación que les traían los ángeles, y que se pusieron en camino sin demora para ver al niño. Eran personas sin doblez, sin malicia, sin cálculos. Dios se complació en ellos, como se complace en todos los que tienen una actitud semejante a la suya.
Y su recompensa fue ver al “Ungido” del Señor, al Salvador. Su alegría fue grande y sencilla: narraron con simplicidad lo que habían visto y oído, y volvieron a su quehacer modesto glorificando y alabando a Dios, en profunda paz. En el caso de los pastores, la “limpieza” de corazón aparece como fruto de una vida simple, modesta, ajena a las grandezas aparentes de este mundo, sumida en el silencio y atenta a la responsabilidad cotidiana del cuidado del rebaño. Vieron a Dios y gozaron de paz. Y se fueron alegres.
Tratando de expresar el significado amplio y profundo de “limpieza”, podríamos decir que ella implica una actitud radical de transparencia, una capacidad de acoger la palabra de Dios sin adulterarla ni torcerla en beneficio propio, un despojamiento de intenciones egoístas, una libertad interior que hace a la persona ajena a toda esclavitud del espíritu. Es lo contrario de la “suciedad”, de la falsificación, de lo tenebroso u obscuro, de lo engañoso o manchado.
El Evangelio relata episodios en que es patente la falta de pureza de corazón de los mismos apóstoles del Señor. Recordemos algunos: la ocasión en que discutían entre sí acerca de cuál de ellos era el más importante (Mc.9,33-35), cuando Pedro renegó de Jesús por temor (Mt.26,69-74), o cuando Judas vendió a su Maestro, movido por la avaricia (Mt.26,14-16).
Uno de los pecados que mancha la vida de las personas son las concupiscencias. Algunos entienden mal esta palabra, solo la identifican con la sexualidad. Otros la rechazan por un equivocado optimismo, piensan que todo lo que hay en el ser de las personas es bueno. El pecado original hizo estragos en el hombre, aunque el Bautismo y la Gracia nos liberan de él, sin embargo no borran todas sus huellas, todas sus consecuencias negativas en el orden de la salvación. Una de las consecuencias es precisamente la concupiscencia.
Puede decirse que básicamente es una rebeldía, un desorden, un desajuste, en la medida en que la sensibilidad de la persona, en sus variados aspectos, se comporta como autónoma con respecto a lo que la inteligencia y la fe perciben como incoherente con la ley de Dios.
Esta autonomía se manifiesta de tres maneras: a) se manifiesta en forma de un vehemente atractivo que impulsa la sensibilidad hacia un objeto que le agrada o lo atrae; la sensibilidad “presiona o condiciona” en cierto modo la libertad; b) esta autonomía consiste en que la sensibilidad continúa persistentemente atraída por el objeto, aun cuando la inteligencia iluminada por la fe y la voluntad sostenida por la gracia, haya rechazado dicho objeto; c) otra forma de expresión se produce, aun en un acto bueno y moral, cuando la apetencia de la sensibilidad crea un apego o adhesión que va más allá de la justa medida de un querer virtuoso, sereno y ordenado según la voluntad de Dios.
De ahí que, aunque el pecado sea lo único que real y propiamente “mancha” a la persona, no podemos desentendernos de aquello que, sin ser propiamente pecado, puede sin embargo causarlo o servirle de aliciente. Recordemos que son varios los campos en que se hace presente la concupiscencia, además del impulso sexual o genital, está el desordenado apetito del dinero, los bienes materiales, la pasión del poseer o el afán de poder, el desmedido aprecio de sí mismo (sobre valorarse cayendo en la vanidad), empleando cualquier medio para conseguir alcanzar estas intenciones.
La persona pura de corazón es la que refleja en si la belleza de Dios sin que ninguna miseria propia, ninguna mancha ni arruga (Cfr. Ef.5,27), falseen el esplendor de la forma divina.
Sólo Dios sabe dar la pureza del corazón, hay que pedírsela. Sólo Él puede restaurar lo que el pecado a destruido: creemos que él puede cambiar el corazón (cfr. Ez.11,19 ; Mt.3,9).
Luis Aguilera Soto